Epílogo

¿Qué clase de motivación lleva a un profesor a viajar a Londres con su jefe y una treintena de adolescentes que no conoce? La respuesta, como dice Bob Dylan, está flotando en el aire.

Pero para los que no les guste el de Minesota, sacaremos el plan B del fondo del raciocinio. No fueron las condiciones económicas del encargo lo que me arrastró a Anglosajonolandia, ni la atractiva tentación de perderme dos clases de 2º B, si es que luego los echo de menos y todo. Si marché a la aventura fue porque me convencieron con un proyecto interesante y una promesa de que la misión era con soldados de garantías.
Y así embarqué para Londres, con la ilusión de un niño y un par de chuletas para memorizar caras y nombres en tiempo récord. Poco podía imaginarme que en sólo seis días me empacharía plácidamente de tan buenos momentos, y compartiría tantas cosas con esos chicos de espíritu aventurero. Pero hay cosas que nunca entenderé: ¿dónde se ha visto cuatro chavales perdiendo el culo por el ídem de un bmw y no el de una chica? ¿por qué los alumnos subían a nuestro baño? ¿cómo es posible que un nativo no entienda las direcciones para encontrar una tienda, que casi nos lo raptan, o que el Canary Wharf no cupiese en el gran angular de una que yo me sé? ¿por qué cuando te acuestas a las cinco tienes sueño a la mañana siguiente? ¿cuántas paradas quedan? ¿quién le puso plomo en las botas a algunas chicas? ¿todos los españoles en Londres van al Mac Donalds? ¿se puede esconder el ácido sulfúrico mata-pilotos en el fondo de la maleta? ¿cómo se meten dos cajas de zapatos dentro de un equipaje de mano o cuarenta y nueve sudaderas entre pecho y espalda? ¿es divertido el guiñote entre dos en el avión? ¿por qué la Guinness es tan cara? ¿es el London Eye tan grande como la noria del parque de atracciones de Zaragoza? ¿quién cultivaba nutella en los colchones de la habitación? ¿el mismo que plantaba patatas fritas en una maceta del MacDonalds? ¿por qué las pilas de la cámara duran tan poco? Y las ratas y ardillas, ¿por qué son asquerosas y bonitas respectivamente? ¿para qué vale el túnel bajo el río? ¿dónde es la manifestación o por qué esos girasoles son tan importantes? ¿por qué no sale mi hija en las fotos o hay que pagar entrada en Greenwich? ¿por qué cuando contaba alumnos había uno que se me escondía para que no me saliera el recuento?
No tengo respuesta para tan trascendentales cuestiones, pero sí me llevé algo: durante seis días compartimos instantes de oro, sonrisas de ensueño, y experiencias indelebles. Porque os he visto comer, jugar, llorar, vomitar, reír, dormir, protestar, comprar, chapurrear, vivir, bromear, ayudar, en pijama, boquiabiertear, correr, esperar, esperar, esperar, esperar, esperar, esperar, y desesperar. Porque estos momentos, nos veamos en el futuro o no, quedarán para siempre en el baúl de nuestras nostalgias o en el cajón de nuestras melancolías. Me voy, pero os lo corroboro: Juan tenía razón cuando decía que erais majos. ¿O se refería a primero de ESO?

 Entre David y Álex florecieron bonitos sentimientos, pero que Sandra no se entere.

 Casi lo secuestran, trocean y venden sus órganos por salvar la sudadera de su chica.

 Bonito, ¿eh? Pues es de Juan Bosco, y poco que presume de ello.

 Un buen fotógrafo se arrastra por ese enfoque imposible.

 Sara no se va del perolo.

 Capitán y grumete. ¿Quién es quién?

 Estan viajaban de gorra.

 Isabel no cedió derechos de imagen. No pasa nada, Isabel, que la próxima vez te sombreamos el rostro.

Cena en el indio.

 En el túnel hay mucho maleante.

 No es que Mario tenga muchos amigos. Llevaba donetes en la manga.

 Four no blondes (y la rusa).

 Son de cartón (hay un soporte detrás).

 Londres, una ciudad de calles.

 Víctor, el terror de las nenas.

¿De qué color era el abrigo rojo de Bea?

 Jaime está muy por encima del resto.

Lo que se perdieron los que no vinieron al paseo.

La vida está llena de curvas. Este tranvía estaba lleno de vida.

¿De quién es el dedito?

 

Vacaciones en el mar. El dedo era de Víctor.